Parte I:
Del
caviar pasé al desvivirme por un simple trozo verde de lo que parecía lechuga.
Unos negros y atormentados rugidos suenan como la banda sonora de mi vida, mientras
el frío alimenta mis sueños. Crueles sonidos significativos. El cómo ganarme la
vida, no importa cuando vives día a día, cuándo la limosna que te dan frente a
la iglesia significa el poder acercarte con vergüenza a comprar una simple
manzana que te sirva de comida. Los comedores sociales son mi último recurso,
es exasperante cuando ves a tus amigos del colegio, con sus trabajos estables y
su vida relativamente potable. Demasiados recuerdos acuden a mi mente… ¡La
empresa, el negocio familiar de siempre; mi casa en la mejor zona de la ciudad;
mi mujer, mi familia, mis dos hijos…! Me estremezco y tengo miedo a llorar
delante de toda esta gente que me mira, me mira y me mira con pura compasión y
que por acallar sus conciencias me dan de lo que me alimento diariamente,
miserias que se gastarían en tres minutos de sus vidas. Hace ya diez años que
llegué a la conclusión de que el ser humano en general es egoísta, vanidoso,
cobarde, mentiroso, tonto y miles de
adjetivos que me definen también a la perfección. Ojalá fuera una simple flor a
la que admiraran por su belleza, pureza y esplendor… o una simple estrella
inalcanzable a la cual tomaran como ejemplo de utopía.
Esperas
sentado entre cartones, pensando en esos céntimos que necesitas, que te
sostienen en la cuerda floja de tu vida. Mi búsqueda de trabajo se redujo hace
ya mucho tiempo a, no eres lo que necesitas, promesas incumplidas como ya te
llamaremos o, lo siento una persona mejor que tú y más joven ha ocupado el
puesto. Además me di cuenta de que cuando ya llevas un mes sin ducharte, cambiarte
de ropa, aunque esta sea de Armani, y sin echarte de esa colonia en la que te
gastabas el sueldo de un pobre niño de china currando todo el mes que anunciaba
el actor de moda; se reducían tus posibilidades de encontrar el trabajo que te
sacaría de ese círculo de empobrecimiento diario. Lo único que si que me dedico
a hacer es escribir en servilletas que vuelan en estos aires contaminados de
desesperación y estrés de rutina. También se acercan algunos autores sádicos y
kamikazes, que se regocijan en sus vidas cómodas, a observarme y a inspirar sus
obras que próximamente valdrán más que mi vida.
Canciones
de protesta que no llegan a nada, letras y estribillos que describen mi vida
con tristeza y que la gente canta con ímpetu. Aplauden a esos grupos, cantantes
y discográficas cómo los que defienden sus derechos y viven las realidades de
lo que cantan; mientras los mismos que cantaban se limpian el culo con billetes
que valen el alquiler de la casa de la esquina. Es curioso que mi vida se
reduzca a cerrar los ojos, lamentarme, dormir y llorar a escondidas, mientras
con anterioridad me preguntaban por mis hobbies y tenía que pararme a pensar,
tras enumerar unos tantos, si me había dejado alguno.

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