martes, 24 de marzo de 2015

RELATO: PROYECTO DESIERTO 2.8.

Me despierto ausente, mareada y tumbada en la arena. Mi corazón va rápido y mi mente lenta, mi cuerpo, paralizado por el miedo de algo que ni siquiera sé que es, solo reconozco la sensación. No sé cómo me llamo, no sé dónde estoy, y no sé qué leches estoy haciendo aquí. Me levanto como puedo y tambaleando doy una vuelta sobre mi misma y veo lo que hay alrededor, NADA, sólo arena. Mi cuerpo rezuma adrenalina temblorosa y tengo ganas de huir, ¿pero huir a dónde?  Pienso sin pensar y de vez en cuando oigo algún tsssss y cascabeles alrededor…

Ah caigo al suelo por un dolor fortísimo de cabeza; ‘Loren… Loren…’ reconozco de inmediato ese nombre; así me llamo. Los flashbacks en mi cabeza prosiguen ‘Ahora te va a doler, te vamos a inyectar un localizador’ ¿Un localizador? Ah sí, es por ese proyecto en el que me han cogido para trabajar, se suponía que iba a ir a una recreación histórica muy real de lo que pudo llevar a desastres sociales y humanos como la segunda guerra mundial. Ahora todo lo recuerdo con claridad…
Me destinaron al proyecto 2.8. en el distrito 20 del territorio expuesto para experimentos en Nubia, en la parte de Egipto, y me han implantado un chip cerebral para controlar impulsos, ideologías, pensamientos… todo muy controlado, formaba parte del contrato la falta de libertad, menos mal que solo es por 5 meses y tras ese tiempo habré recaudado el dinero suficiente como para vivir cómodamente durante casi 7 años. Una buena oferta, me dije, pero ¿Vale tan poco la libertad? ¿Se trata de una compra-venta de almas? Estos y más dilemas surcaban mi mente como rayos desenfadados en la noche oscura. 

Día uno comandante Ryan, número de expediente 31/08 aparece en mi visión, como en las películas de ciencia-ficción en las que el robot tiene en su retina una especie de comandas. Misión: encontrar base aérea y contactar con el compañero 27/10, presentación de proyectos. Mi gran duda existencial es cómo llego a esa base siendo que ni siquiera sé dónde estoy. Sólo veo arena y más arena y un sol que por cierto da mucho calor y sed. Me dispongo a cambiarme de ropa, a una más cómoda, ligera como unos shorts de camuflaje y una camiseta de tirantes blanca, y a aplicarme protección solar. Camino unos minutos explorando los alrededores más cercanos; y se me ocurre subirme a la duna esa que vislumbro a unos 500 m que es bastante más alta que las demás.

Cuando llego, exhausta no sé si por el calor o por el agotamiento mental al que he estado sometida, veo a lo lejos unas palmeras y lo que parece ser un edificio grisáceo. Tras ese pensamiento en mi mente resuena una voz masculina y potente que dice: ‘Buenos días comandante Ryan, al habla el compañero 27/10 desde la torre de control aérea, hemos recibido su pensamiento relativo a la misión 1.1. del proyecto 2.8. siga adelante hacia ese edificio gris, pero recuerde que nada es lo que parece, buena suerte’.


Me quedo parada al escuchar esa voz, me resulta familiar y no sé de qué… tengo la sensación de cómo si hubiese nacido de nuevo… cómo si antes no hubiese sido yo, sé que ya no hay vuelta atrás, qué todo lo que pase de hoy en adelante me harán ser una persona diferente el día de mañana. BUENA CAZA Y LARGAS LUNAS COMANDANTE RYAN.






Julie Sharks

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