Me despierto ausente, mareada y tumbada en la arena. Mi
corazón va rápido y mi mente lenta, mi cuerpo, paralizado por el miedo de algo
que ni siquiera sé que es, solo reconozco la sensación. No sé cómo me llamo, no
sé dónde estoy, y no sé qué leches estoy haciendo aquí. Me levanto como puedo y
tambaleando doy una vuelta sobre mi misma y veo lo que hay alrededor, NADA,
sólo arena. Mi cuerpo rezuma adrenalina temblorosa y tengo ganas de huir, ¿pero
huir a dónde? Pienso sin pensar y de vez
en cuando oigo algún tsssss y cascabeles alrededor…
Ah caigo al suelo por un dolor fortísimo de cabeza; ‘Loren…
Loren…’ reconozco de inmediato ese nombre; así me llamo. Los flashbacks en mi
cabeza prosiguen ‘Ahora te va a doler, te vamos a inyectar un localizador’ ¿Un
localizador? Ah sí, es por ese proyecto en el que me han cogido para trabajar,
se suponía que iba a ir a una recreación histórica muy real de lo que pudo
llevar a desastres sociales y humanos como la segunda guerra mundial. Ahora
todo lo recuerdo con claridad…
Me destinaron al proyecto 2.8. en el distrito 20 del
territorio expuesto para experimentos en Nubia, en la parte de Egipto, y me han
implantado un chip cerebral para controlar impulsos, ideologías, pensamientos…
todo muy controlado, formaba parte del contrato la falta de libertad, menos mal
que solo es por 5 meses y tras ese tiempo habré recaudado el dinero suficiente
como para vivir cómodamente durante casi 7 años. Una buena oferta, me dije,
pero ¿Vale tan poco la libertad? ¿Se trata de una compra-venta de almas? Estos
y más dilemas surcaban mi mente como rayos desenfadados en la noche oscura.
Día uno comandante Ryan, número de expediente 31/08 aparece
en mi visión, como en las películas de ciencia-ficción en las que el robot
tiene en su retina una especie de comandas. Misión: encontrar base aérea y
contactar con el compañero 27/10, presentación de proyectos. Mi gran duda
existencial es cómo llego a esa base siendo que ni siquiera sé dónde estoy.
Sólo veo arena y más arena y un sol que por cierto da mucho calor y sed. Me
dispongo a cambiarme de ropa, a una más cómoda, ligera como unos shorts de
camuflaje y una camiseta de tirantes blanca, y a aplicarme protección solar.
Camino unos minutos explorando los alrededores más cercanos; y se me ocurre
subirme a la duna esa que vislumbro a unos 500 m que es bastante más alta que
las demás.
Cuando llego, exhausta no sé si por el calor o por el
agotamiento mental al que he estado sometida, veo a lo lejos unas palmeras y lo
que parece ser un edificio grisáceo. Tras ese pensamiento en mi mente resuena
una voz masculina y potente que dice: ‘Buenos días comandante Ryan, al habla el
compañero 27/10 desde la torre de control aérea, hemos recibido su pensamiento
relativo a la misión 1.1. del proyecto 2.8. siga adelante hacia ese edificio
gris, pero recuerde que nada es lo que parece, buena suerte’.
Me quedo parada al escuchar esa voz, me resulta familiar y
no sé de qué… tengo la sensación de cómo si hubiese nacido de nuevo… cómo si
antes no hubiese sido yo, sé que ya no hay vuelta atrás, qué todo lo que pase
de hoy en adelante me harán ser una persona diferente el día de mañana. BUENA
CAZA Y LARGAS LUNAS COMANDANTE RYAN.
Julie Sharks
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