lunes, 9 de octubre de 2023

LA JAULA

Un día te das cuenta de la jaula en la que has estado metida, en la que te metiste tu sola. Esa jaula que te fue consumiendo, apagando, hasta el punto de no reconocerte, mirarte al espejo y ver a una extraña. 
Esa jaula que te ahogaba y te exprimía toda esa vitalidad que llevabas, llevas, dentro. No sé cómo ni cuánto te drenaron la energía para agotarte. No sé cómo llegaste a ese punto. 

Ahora, te han dejado la puerta abierta, te das cuenta de que siempre has tenido que rendir cuentas a personas que solo se querían a ellas mismas. Te han dejado la puerta abierta, ya puedes salir, no temas. No tengas miedo de volver a caerte, puesto que estabas ahogada y completamente perdida en un mar de estabilidad inestable. Poco a poco, das un paso y otro y otro, sientes que estás volviendo a caminar, esta vez sola sin ayuda, que es lo que necesitabas. Y aunque te tiemblan las piernas y sientes que no puedes, ves que sí, te lo demuestras una y otra vez, lo has hecho siempre. Que la compañía en cierta forma es un espejismo. Unos vienen, otros se van, y aunque te resistas solo te quedas tú. 

En la carrera que tan agónicamente corrías en círculos, te has encontrado de bruces con el rechazo propio, con el desprecio por cada molécula tuya. No te has dado cuenta, pero tu refugio llevaba en llamas demasiado tiempo, prendiste tu refugio para salvar los demás. Sin embargo, ahora, que solo queda tu refugio, parece que las llamas cesaron, que la calma reina en el bosque de nuevo. Y ves que, aunque todo parezca desolado, desierto, está creciendo en un rincón una margarita, ves que está amaneciendo, y aunque sientas cierto temor a un atardecer que lleve a la noche más oscura, te recuerdas que ya has tenido noches muy oscuras y que siempre amanece. 

Y bueno, es hora de recordarte que toca desperezarte, que un nuevo día ha llegado. Vuelves a reconstruir tu tan seguro y amado refugio, pero con la experiencia. Con tus botas nuevas ves que estás lista para pisar fuerte, no para correr, sino para disfrutar del camino. Abres los ojos, y vuelves a ver el mundo como si fueras una niña, enamorándote de cada segundo, enamorándote de la tristeza, de la alegría, de la ira, del dolor, de la pasión... enamorándote de la vida, como solías hacerlo, pero esta vez por ti misma. Observas que recobras el aliento, que antes no estabas respirando, que estabas conteniéndote por miedo a sentir con intensidad. Déjame decirte que, sin darte cuenta, lo has vuelto a hacer vuelves a ser, vuelves a estar.

Julie Sharks

miércoles, 20 de enero de 2021

DOLOR Y SUFRIMIENTO

La verdad es que estoy mal, es muy duro estar rodeada de sufrimiento por todas partes. Se podría decir que es más contagioso que el propio bichito pandémico. Estoy agotada emocionalmente. El estar ahí para los demás, intentando dar una esperanza que puede que no llegue es agotador. Temo quemarme de verdad, temo colapsarme y mandar todo a la mierda y mal.

La felicidad sé que es conocida por todos como la gran utopía, la gran estrella lejana que nos revela que hemos hecho bien las cosas, que hemos cumplido nuestros objetivos... Pero no es más que bioquímica cerebral que nos engaña. Esos momentos fugaces que te dan oxígeno, que son un suspiro. Pero luego la realidad te lo quita y esa bocanada de aire se torna un maquiavélico y sádico intento de "salir del pozo", que te devuelve a un punto más profundo. 

Lo que de verdad importa en la vida no es la felicidad sino la esperanza, la esperanza de "llevar una vida mejor" mueve montañas. Cuando esta desaparece ¿qué queda? ¿resignación? Puede, pero no para mí, para mí solo queda dolor y sufrimiento.

Nunca he tenido bien la cabeza, no recuerdo un momento en mi vida en el que pueda decir que no sufría de algo. Si echo la mirada atrás solo veo dolor y sufrimiento. Luego temo estar deprimida, pero ¿Cómo no estarlo? ¿Cómo no estarlo si realmente vivo entre sufrimiento? Intento dar pequeños golpes de timón en vano, porque me aferro al dolor como a un "clavo ardiendo". Temo hablar conmigo misma porque temo encontrar aspectos de mi vida con los que estoy cómoda y “relativamente contenta” que deba cambiar. 

Si me pregunto qué quiero para mi futuro es no sufrir, llevar una vida tranquila, en definitiva: poder respirar, porque ahora me ahogo.


Julie Sharks



jueves, 31 de diciembre de 2020

UN AÑO...

Hoy se acaba un año que será catalogado como uno de los peores. Un año en el que la desgracia arrebató las riendas a la libertad. Un año lleno de oportunidades que se quedaron en el aire, nebulizadas, como el virus. Un año en el que discernir entre pesadilla y realidad fue un imposible. 

Personalmente no he perdido a nadie de los que considero "míos"; pero muchas de esas habitaciones de ese lejano hospital han quedado vacías. Esa oquedad inherente a una "selección natural" forzada no nos deja impertérritos. Ojalá lo hiciera, pues así, nuestro corazón permanecería invicto. 

Sin embargo, entre toda esa inmunda oscuridad, entre todas esas batallas, siempre se vislumbran pequeños rayos de luz, pequeñas flores silvestres en los resquicios de un bosque quemado. 

Recordemos que este año también se ha tintado de fugaces momentos que nos alimentan el alma. Una palabra dulce de un amigo, una mirada cómplice que calienta el corazón, las llamadas de apoyo, las lágrimas que acompañan a esa risa de la que tanto te avergüenzas, ese momento en el que se paró el tiempo... Seamos agradecidos de no ser los que han caído en batalla y disfrutemos, aunque sea de las migajas, de la vida porque, como dijo Marco Aurelio: "Tú tienes el poder sobre tu mente, no sobre los acontecimientos" 

Y dicho esto... ¡Feliz año nuevo! Os deseo que seáis felices.




Julie Sharks

lunes, 8 de junio de 2020

POESÍA: MALDITA SUERTE LA MÍA

Maldita suerte la mía, 
que enmudecí al encontrarte;
maldita suerte la mía, 
porque mi voz acallaste. 

Maldita suerte la mía, 
que no es suerte si lo elijo;
maldita suerte la mía, 
por querer como él lo hizo.

Maldita suerte la mía, 
por velar por tus deseos;
maldita suerte la mía,
porque me perdí en ellos. 

Maldita suerte la mía,
porque sé como me siento;
maldita suerte la mía, 
porque sin mí no me encuentro.  

Maldita suerte la mía, 
que silencio solo clamo;
maldita suerte la mía, 
que susurro, que no hablo.

Maldita suerte la mía, 
que la oscuridad me acecha;
maldita suerte la mía, 
que fugacidad la nuestra. 

Maldita suerte la mía, 
por perder las mil batallas;
maldita suerte la mía, 
por ganar las otras tantas. 

Maldita suerte la mía, 
que destroza el infinito;
maldita suerte la mía, 
que me arroja al abismo. 


Julie Sharks